AYAC lleva a cabo un Taller de Voluntariado

Un equipo sólido de voluntarios es la base fundamental sobre la que se sustenta una organización sin ánimo de lucro como la nuestra, y por eso en AYAC queremos formar voluntarios especializados en el trato con personas afectadas de cáncer y sus familiares a través de un Taller de Formación de Voluntariado, que en 2016 ha celebrado su segunda edición.

A lo largo de tres jornadas, Mª Carmen Rodríguez, vicepresidenta y psicooncóloga, y Cecilia Olivares, secretaria y educadora social, explicaron a una veintena de futuros voluntarios de AYAC los objetivos y retos que se ha marcado esta entidad sin ánimo de lucro para así darles a conocer con detalle cada uno de los programas que lleva a cabo la asociación con el fin de mejorar la calidad de vida de los afectados de cáncer y de su entorno.

En la primera sesión, se insistió mucho en la importante labor que desarrollan los voluntarios, que nunca buscan beneficio o gratificación alguna por su ayuda: “Sin voluntarios una asociación se estancaría, no podría caminar y evolucionar. Un voluntario tiene derechos, como por ejemplo, a recibir información y formación, y a estar cubierto por un seguro de riesgos colectivos de voluntariado. Debe ser tratado sin discriminación y respetando siempre sus creencias y valores. El voluntario también tiene deberes, como por ejemplo, practicar la confidencialidad, cuidar el material y ser responsable a la hora de acudir y colaborar en la actividad con la que se ha comprometido”.


Durante el segundo bloque del Taller, se explicó qué es el cáncer y cómo se trata. Hicieron hincapié en la prevención y en la necesidad de desterrar falsos mitos o creencias: “El cáncer no es contagioso, ni sinónimo de muerte. Las enfermedades coronarias matan a más personas que el cáncer. Nadie es responsable ni culpable de tener un cáncer. Tener una depresión en un momento de tu vida no quiere decir que uno vaya a desarrollar esta enfermedad. Hay que confiar siempre en la ciencia porque hay mucho iluminado que trata de aprovecharse en situaciones difíciles. Una actitud positiva no cura la enfermedad pero ayuda”.

Otro punto importante consistió en desgranar las reacciones emocionales que surgen cuando se diagnostica un cáncer, y cómo comunicarse con el afectado y su familia: “El voluntario tiene que saber hacer dos cosas muy bien, escuchar y acompañar. No nos han enseñado a escuchar. Te están contando una cosa y ya estás pensando cómo vas a contestar. En lugar de escuchar al otro, a veces acabamos contando cómo nos va a nosotros. Acompañar significa arropar, mostrar comprensión y cariño. En ocasiones lo mejor es el silencio. La persona nos dará la clave de lo que necesita. Se escucha y acompaña con todo el cuerpo. El mejor voluntario es el testimonial, el que lo ha vivido, el que ha pasado por esto. Conoce en carne propia lo que se siente, y el enfermo se siente respaldado y comprendido por la persona que ha calzado sus zapatos”.


A lo largo de la última jornada del Taller, se habló del lenguaje verbal y no verbal, haciendo hincapié en la importancia de saber escuchar más que hablar, respetando siempre lo que el otro quiere y sabiendo estar presentes porque a veces cuando nos comunicamos la mente anda por otros lugares. “Se transmite con la palabra y con todo el cuerpo. La expresión de la cara, el movimiento de las manos, la sonrisa, la proximidad, el contacto físico transmiten tanto o más que la propia palabra. A veces cuesta mantener una mirada y el otro lo percibe”.

Seguidamente se dieron unas pautas sobre lo que facilita o bloquea la comunicación.“Para iniciar una conversación conviene hacer preguntas abiertas. Son aquellas que no se contestan con un ‘sí’ o un ‘no’. Hay que hablar desde el corazón y la sinceridad. Utilizar mensajes cortos y asequibles. Sugiriendo, no imponiendo. Mostrando interés, facilitando la expresión emocional. Y respetando los silencios porque aunque a veces nos incomoden, son necesarios”.

“Conviene más escuchar sin enjuiciar que dar ánimos. Hay que evitar frases hechas y expresiones como ‘no llores’, ‘no te preocupes’, ‘todo saldrá bien’, ‘me imagino por lo que estás pasando’. Pueden producir más daño que beneficio. No hay que ofrecer consejos ni recomendaciones no solicitadas. No se puede generalizar ni comparar historias. El voluntario no aconseja sobre tratamientos o medicinas porque no somos médicos, ni comenta circunstancias de otros pacientes. Hay que cuidar la confidencialidad. Cada situación en cada persona es distinta”.

Por último se explicó cómo debe cuidarse el voluntario: “Cada uno tiene que conocer sus límites. Hay que ajustar las expectativas y saber hasta dónde puedes llegar. Hay que evitar la sobreimplicación, y tomarse descansos cuando uno los necesita. Hay que saber expresar y compartir. Realizar actividades gratificantes, dedicarnos tiempo y mantener la ilusión”.

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